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El baúl de Mawey

MIL HORAS DE AZAR .1

"EL SOLAR"

I

Aunque es temprano, delante del Hotel Santo Val un vagabundo muy peripuesto pasea nervioso por la acera. De en vez en cuando hace muecas y gestos de burla a espaldas del portero creyendo no ser visto. Sin embargo, éste le observa por el reflejo de los cristales de la puerta.
"Paciencia" le dice el conserje al portero, al mismo tiempo que levanta los hombros. Trabajan juntos en este hotel desde hace meses. Todos los empleados hacen un poco de "todo", intercambiando sus puestos y ayúdandose en muchas ocasiones. Recuerdan lo sucedido a su compañero el mes pasado. Todavía sigue de baja.
El portero mira a su compañero, resignado, pero mantiene la compostura.

II

Cerca de las nueve de la mañana, aparece un BMW negro. El portero se acerca raudo para abrir su puerta trasera a la vez que intenta apartar al mendigo del coche, pero éste se pone a gritar mientras lloriquea como si le hubieran azotado.
Surge de la nada un remolino de transeúntes que parecen apoyar al vagabundo, pues de todos es conocida la agresividad de los porteros en este país, y cualquier momento es bueno para luchar ociosamente por la libertad. Y si es a pequeña escala y en los ratos libres, mejor.
Ante el lamentable y creciente espectáculo, y temiendo lo peor, el director pasa rápidamente al desdichado a su despacho.
-Dígame, buen hombre, ¿A qué se deben esos gritos?
El director parece no reconocer aquel rostro juvenil y majestuosamente apolillado. El vagabundo, iracundo, le grita:
-¡Usted es un cínico. No me diga que no sabe el motivo, porque lo sabe muy bien!
El director, enarca las cejas y calla. Y mientras su mente hace un esfuerzo por recordar, el vagabundo prosigue:
-Lo tengo grabado, se lo pongo.
El director, suspira. Ahora recuerda.
El mendigo saca una grabadora de no se sabe donde y la pone en marcha. Un chorro entrecortado de frases violentas brota de la cinta. Al final de la misma, chisporrotean voces, gritos y ... ¿Risas y música?.
El director no comprende nada.
-¿Y que me quiere decir con eso? -pregunta extrañado.
El vagabundo se enoja:
-Pero bueno, ¿No reconoce mi voz en la cinta? -y termina chulesco- o qué.
-De acuerdo pero...
-¡Ni pero ni nada, esta persona me estuvo insultando sin parar!
-Oiga, yo no he escuchado que...
Pero sin dejarle tiempo a terminar, el vagabundo rebobina la cinta con un marcado gesto de impaciencia y la vuelve a poner en marcha.
Afinando el oído, el director consigue escuchar:

"-Le repito que ni su comportamiento, ni su forma de vestir, ni su lenguaje son los adecuados para este hotel, asi que salga por favor, da igual que tenga dinero.
-Tengo todo el derecho del mundo a decir lo que me plazca, usted no es quien para echarme. Mi dinero vale tanto como el de cualquiera.
-En este hotel se siguen ciertas normas, no le volveré a avisar más. Deje su pancarta, modere su lenguaje, y ... vístase algo mejor.
-La pancarta la llevo conmigo si me da la gana, y en cuanto a mi forma de vestir, es cosa mía, ¿no le parece, sargentillo de pacotilla?

(A continuación se escucha algo así como una oveja balando; después se escuchan empujones y gritos; le siguen improperios de una tercera persona, y por último y más claro que el resto, se escucha la voz del portero gritar...)

-¡¡¡... Imbécil, no vuelvas más por aquí!!!!

(Un grito; risitas y una música de fondo que se parece sospechosamente a la del telediario).

Silencio.

III

El director traga saliva. Y por fin dice, aturdido:
-Esa voz, es la del portero de hace un mes, ¿Verdad? pero si está en el hospital...
-¡Premio para el caballero! -grita triunfal el mendigo.
-Pero si ... !Fue usted quien le tiró de la lengua y se la rajó con algo cortante! -le replica el director, atónito.
Pero el vagabundo no calla e insiste:
-El me empujó primero... -y frunce el ceño.
El director, mosqueado con la cinta, decide preguntar algunas cosas que no le quedan claras.
-A ver... no entiendo bien, la cinta... ¿la grabó mientras luchaban? ¿Y esas otras risas, y la música de fondo?
-Luchar? de eso nada, yo soy muy elegante y nada violento, señor mío. El único boxeador es su portero, y en cuanto a la cinta, sí, lo grabé todo porque estoy cansado de sus empujones y prepotencia. Esta vez ha ido demasiado lejos.
El director calla, y al rato, insiste de nuevo:
-Pero si su pancarta era ofensiva...además, ¿Y las risas y la música, de donde salen?
El vagabundo parece exasperarse con tanta pregunta. mira al techo como esperando ver a Dios, y con cristiana paciencia, replica:
-Mi pancarta ponía "portero cabrón, te has convertido en un felón".
Sonríe el vagabundo y se reclina en su asiento, satisfecho.
El director sigue sin salir de su asombro ante la actitud del mendigo.
-Pero si esta cinta... ¡parece manipulada!
Y traga saliva. El vagabundo salta de su sillón, como empujado por un resorte:
-¡Pero bueno, usted de qué va! En esta cinta tenía un montón de cosas mías grabadas, ¿No esperará que ese tipo de cosas las haga públicas, no? Tengo derecho a cortar, añadir o hacer lo que me de la gana con ella.
Y el vagabundo se reclina sobre el asiento, con un claro gesto de enfado y de incredulidad. Piensa que se ha topado con el director más sordo y subnormal de todos los hoteles que han pasado por aquel solar.

IV

Asombro del director. Nunca pensó que un tipo pudiera a la vez ser tan bien hablado y chabacano. Y piensa para sí "¡...Pero si ha añadido comentarios y se le oye reir con alguien más, y encima se oye el telediario de fondo...!".

El director tiene paciencia. Pero se le está agotando. No sale de su asombro ante la desfachatez del vagabundo.
Cierto, recuerda el director, el portero de entonces insultó al mendigo. Pero eso sucedió después que el vagabundo se hubiera pasado con él varias calles...
El director decide por fin dar por terminada la charla, ante la actitud claramente provocadora del mendigo:
-Verá, lo lamento, pero este hotel es privado, y tenemos unas normas, que gusten o no, todo persona debe seguir. Lo lamento, si me disculpa ahora, tengo que seguir haciendo más cosas, pero su cinta... la tendré en cuenta.
El director se levanta, esperando que su gesto invitara al mendigo a hacer lo mismo.
Pero nada más lejos de la realidad. El mendigo sigue apoltronado mientras disfruta del sillón, muy seguro de su posición.
-"Persona" dice... soy tan "persona" como su portero, que lo entienda bien.Tengo tanto derecho a entrar aquí como cualquier otro ¡Para eso pago mis impuestos!
Y alargando tanto su mano como el tono de su voz grave, continúa:
-¡Mire, no me provoque, que si yo quisiera!
En un rápido ademán, el vagabundo muestra bajo su chaqué de galán mal coronado, el brillo de una lengua de acero, un filo recién usado.
Pero el director ya había avisado a los de seguridad, y estos levantan al mendigo sujetándole por los brazos.
De pronto, manotazos y patadas del mendigo, gritos y amenazas en la entrada del hotel, ante la callada y atónita mirada de los clientes del hotel.
-Haré otra pancarta para ti, mamarracho, ¡No tienes ni idea de quien soy yo!
grita el mendigo, tirado en la acera, mientras otra voz, procedente de la calle, hace burla al portero imitando el balido de una oveja.

V

El vagabundo se levanta al rato y sacude el polvo de su estupendo y variopinto traje.
-No malgastes tus palabras, amigo, ya te dije que no merecía la pena tanto esfuerzo. Emplea mejor tu dinero en pagarte una habitación en el mesón, y de paso me invitas a vino.
Quien dice esto es el otro mendigo, un hombre con pinta de chulo malencarado, con una pierna doblada y apoyando su zapatilla con vistas, sobre una farola. Esconde sus manos en una chaqueta de pana tan vaga, que parece un eterno otoño esperando que florezcan los botones en alguna primavera. Mastica sin parar un roñoso palillo mientras mira a su compadre atento.

-Joder, -susurra el mendigo- tengo derecho a entrar. ¡Este hotel es mío!
-Ya, ya, -le contesta amistoso el vagabundo del palillo- te entiendo. Esta gentuza son todos iguales, desprecian a los demás sólo porque se creen los dueños. Ya vendrán tiempos mejores, compañero.
El mendigo chuleta dedica unos cortes de mangas y un dedo corazón al portero, mientras conduce a su enojado amigo con unas palmaditas en la espalda hacia el mesón de la esquina, un lugar que daba pánico, con tan sólo su presencia.
Sentados tras una mesita carcomida y tapados por un tintorro rosáceo mal ordeñado, dice el chulo:
-Recuerdo cuando esto era un solar... ¡Qué tiempos aquellos! Pero todo es cuestión de esperar.
(Dan otro trago mientras el joven mendigo farfulla y el chulo prosigue)
-Ya se irán... van como seis hoteles distintos en este lugar. Algún día este solar será nuestro de nuevo, camarada -(le guiña un certero ojo mientras apura el vaso, y sigue):
-La próxima pancarta la pinto yo en toda la fachada.¡Se van a enterar estos de quien soy yo!
Mientras dice todo esto, el vagabundo del palillo va desviando su mirada.
El alcohol de sus venas le hace seguir el rítmico vaivén de la joven posadera que intenta sacar brillo a la vieja y rayada cerámica del suelo.
-Si no es eso, joder, -el joven mendigo gimotea- si es que me llamo Toval. Toval, que no te enteras.
Y prosigue:
-¡que este hotel es el mío, coño, y yo tendría que ser el director, o al menos su portero!
Y despegando de sus labios el vaso, y entre sollozos, saca su grabadora del bolsillo lanzándola con tal violencia que la posadera se gira de un brinco, topando sus ojos con la mirada del audaz y avieso mendigo del palillo, ,mirada que parece ocupar toda la estancia.

VI

Aunque el joven sigue soltando sus cultas impertinencias entre sollozos, el chuleta ya no le escucha. Se Había levantado de un salto como un pavo prepotente, y se acercaba a la joven posadera, para intentar ligar, por enésima vez, con la posadera del mesonero.

Fin

Miguel Ángel W. "Mawey"
7 de Abril del 2004 ®"

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